AntecedentesEn la historia del pueblo chiriguano, no se puede olvidar a los caciques Mandeponai y a su padre Turuncuti. Este último que fue un enemigo acérrimo de las misiones y de quienes se avinieran con los religiosos, con los años fue persuadido por los franciscanos para cooperar con ellos, lo que generó una feroz oposición de los pobladores de Guacara y Cuevo, al parecer porque la misión les impedía tener comercio con los machareteños. El 25 de mayo de 1868, Turuncuti es cruelmente asesinado por indios cueveños. Luego de intentos infructuosos por vengar a su padre, Mandeponai continuó apoyando el trabajo de los religiosos, poniendo varias condiciones para que se respete a su pueblo. Ejerció una hábil intermediación entre la comunidad misionera y el resto de la sociedad republicana, llevando la prosperidad a Macharetí, pero en octubre de 1874, esta localidad y otros puntos del Chaco son violentamente atacados por una confederación indígena a la cabeza de un nuevo chamán de nombre Güirariyu, cuyo propósito era reconquistar sus tierras y recuperar la independencia ava. Mandeponai falleció a edad avanzada (entre 1920 y 1928).
"Cualquiera que hubiese sido la fecha, lo cierto es que su figura lo destaca como a uno de los grandes conductores de su pueblo. Supo combinar lo posible con lo deseable, separar la realidad del mundo de la irrealidad de los mitos. Marcó una ruta que sirve de orientación para quienes buscan hoy en día reencausar el destino de los ava bolivianos".
Luego, aparecería un segundo movimiento de carácter indigenista
-encabezado por el chiriguano Apiaguaiqui – Tumpa de la parcialidad de Ivo-, generado por el despojo de sus tierras a cargo de terratenientes y latifundistas, apoyados por fuerzas del poder central. En diciembre de 1891 los principales jefes del pueblo chiriguano reunidos en Cuyuruqui o Kuruyuqui -situado en la prolongación del valle de Ivo o Ibo (voz guaraní: ibú, manantial), cerca de Camiri, a sólo dos leguas de Boyuibe-, se pronunciaron por la guerra contra el pueblo blanco ‘
karai’.
Este alzamiento de los
‘cambas’ chiriguanos era un acontecimiento más de una larga historia de casi 300 años de enfrentamientos, que comenzó en 1564 cuando los nativos de esta región destruyeron Santo Domingo de la Nueva Rioja, fundada por Andrés Manso a orillas del río Parapetí (voz guaraní: parapiti, matanza = río matador, seguramente por los desastres que sufren las sementeras, por sus inundaciones. Los ‘cambas’ chiriguanos aún tenían en el recuerdo el escarmiento que le dieron al virrey Toledo en las postrimerías del siglo XVI cerca de Cuevo, obligándolo a replegarse con su tropa, todo maltrecho. Similar situación se presentó con Francisco Antonio de Argamosa en 1729, cuando España emprendió una nueva guerra contra el imbatible pueblo chiriguano. Cuando los caciques amigos de Apiaguaiqui insistieron para que Mandeponai se uniera a la guerra, encontraron un nuevo y duro rechazo, aduciendo que
"la guerra no es buena pues ningún provecho se saca de ella" y sobre las cualidades del Tumpa guerrero, declaraba que era un impostor.
Este llamamiento a las armas traía a la memoria el genocidio realizado en diferentes momentos, primero por los europeos y luego por tropas bolivianas azuzadas por algunos hacendados lugareños. La causa inmediata de la sublevación fue el permanente estado de abuso y sobreexplotación al que se encontraban sometidos los indios chiriguanos de Ibo. Estos, para conjurar su desdicha en manos de los colonos y terratenientes cristianos, advirtiendo que era más favorable su dependencia de una acción conversora, solicitaron a los misioneros franciscanos la fundación de una misión en dicho lugar. En conclusión, reclamaban la reparación de las injusticias del pasado.
"Lamentablemente, las gestiones de los padres franciscanos no alcanzaron el éxito deseado debido a la oposición cerrada de los hacendados de Ivo, quienes dirigidos por Octavio Padilla, consideraban que la organización de una misión les privaría de la fuerza de trabajo gratuita que hasta entonces utilizaban.". La noticia de la sorprendente aparición del Tumpa recorrió las tierras cordillereñas. Con mucho sigilo "iniciose así la preparación febril para la guerra. Indios de Caipependi, Itatiqué, Pipi, Ururigua, Tacuarandi, Oquitas, Parapeto, Yute, Choreti, Macharetí y otros lugares semejantes se entregaron de lleno a la fabricación de rústicas ballestas".
Se unieron más de cinco mil querembas (guerreros) alrededor del
‘Tumpa’ Apiaguaqui, o Chapiaguasu, como lo llama Francisco Pifarré, porque fue para su gente algo así como una expresión del hombre transformado en Dios. De acuerdo al ‘Diccionario Histórico de Bolivia’ de Lorenzo Calzavarini, se dice que Apiaguaiqui Tumpa nació en Huacaya, departamento de Santa Cruz, el año 1863. Su nombre habría sido Chapia Guasu (mozalbete grande), cambiado a Hapia Oeki (eunuco de Dios, calidad de castidad que connotaría su estatus divino), al ser proclamado Tumpa. Este líder indígena asistió en 1877 a la masacre de Murucuyati, donde murió su madre. Aprendió las artes shamánicas, asumiendo después "las características de los ‘hombres dioses’ tradicionales.", que hablaba de sus poderes mágicos y su invulnerabilidad frente a las balas enemigas. Según Alfred Metraux (1942), antropólogo suizo estudioso del ‘tumpaísmo’, el nuevo Mesías chiriguano no era la encarnación de dios en hombre, sino la transformación del hombre en dios.
2. Masacre de Curuyuqui (28 de enero de 1892)
Un incidente ocurrido el primero de enero de 1892 habría sido el detonante de la guerra. Esa noche el corregidor de Cuevo, ebrio, viola y mata a una mujer chiriguana, pariente de un cacique o Mburuvicha local. Durante todo el mes de enero la cordillera se enciende y se producen ataques esporádicos a puestos ganaderos. Comenzaron las hostilidades. Ibo fue aislado de inmediato, el pueblo de Ñumbite fue incendiado; igual suerte corrió Cangapemí, situado ‘a dos leguas al poniente de Cuevo’. El primer enfrentamiento serio entre nacionales y chiriguanos se produjo en la quebrada de Mandiyuti. El 10 de enero se dirigía hacia Santa Rosa, -convertido en el fuerte contra la sublevación chiriguana-, el primer auxilio a cargo del subprefecto de Azero, don Tomás Frías, siendo obligado a tocar y hacer fuego en retirada. No satisfecho con esta victoria, en el amanecer dominical del 21 de enero, el Tumpa a la cabeza de 1.000 indígenas a píe y 300 a caballo, inician la ofensiva contra la misión de Santa Rosa de Cuevo, no consiguiendo tomarla. Poco después "Camiri cayó en poder de los insurrectos, siendo pasado a degüello varias personas cristianas. (Mientras tanto) La ciudad de Charagua estremecíase de ansiedad", saliendo luego jinetes rumbo a Santa Cruz, pidiendo apoyo y reclamando armas para defenderse.
La reacción del gobierno central no se hizo esperar. El 27 de enero (1892) llegó desde Lagunillas el general Ramón González, apodado Pachacha (dos veces hombre en aimara), entonces prefecto de Santa Cruz. Nacido este militar en Sucre, tenía 61 años, tuvo destacada actuación en las batallas de San Francisco y Alto de la Alianza, durante la guerra del Pacífico. Por instrucciones del gobierno de Aniceto Arce "organizó una fuerza expedicionaria de mil seiscientos noventa hombres, mil quinientos indios aliados, cien rifleros y cuarenta nacionales con escopetas". A las seis de la mañana del 28 de enero de 1892, se posesionaron frente a la serranía de Agauragüe, en Curuyuqui (voz guaraní: cururú, sapo; yuqui, sal = salitral de sapos), en una prolongación del valle de Ivo. En este lugar se dio una horrenda batalla, siendo derrotadas las fuerzas de los cambas chiriguanos.
"El combate se prolongó desde las seis de la mañana hasta las dos de la tarde; las fuerzas del gobierno tuvo nueve muertos y treinta heridos, los chiriguanos seiscientos, no se precisaron cuantos heridos". "El teniente coronel Tomás Frías, en una carta dirigida al Prefecto del Departamento de Chuquisaca, calculaba que los muertos chiriguanos alcanzaban la cifra de novecientos a mil, entre hombres, mujeres y niños".
De inmediato se inició la persecución de Apiaguaiqui. Durante la misma, tanto las tropas militares como los propios terratenientes iban asesinando a los miembros de este pueblo, confiscando ganado y alimentos también. Cuentan que el que dirigió esta masacre fue el coronel Melchor Chavarría, el
‘llulla’ (mentiroso en quechua), delegado del gobierno central en Sucre
"cuyas instrucciones eran limpiar la zona de todo vestigio de rebeldía indígena". De acuerdo a los poderes extraordinarios que el gobierno boliviano le había otorgado, esta autoridad posteriormente adjudicó tierras al Colegio Franciscano Misionero de Potosí, para que fundara una misión conversora en Ibo.
Dicen que el Tumpa cayó preso en Monteagudo, gracias a un ardid traicionero del capitán Guagerai o Guatinguay, el tubicha de Caruruti, como lo llama Hernando Sanabria. Informado Chavarría de la captura de ‘Apiaguaiqui Tumpa’ en el llamado cerro Agaragüe (voz guaraní: aguara, zorro; güei, que fue = zorro de antaño), es trasladado al pueblo de Sauces, hoy Monteagudo del departamento Chuquisaca, quien después de ser sometido a consejo de guerra y seguramente a torturas, fue fusilado en la plaza de Monteagudo a las cinco de la tarde del 29 de marzo de 1892. Anteriormente ya habían sido ejecutados sus otros dos capitanes, Güaracota y Ayemoti. Cuentan que el líder de la rebelión tenía 29 años. El Delegado gubernamental Chavaría en su informe escribía: "Apiaguaqui murió con la altivez de un gran caudillo. En cumplimiento de lo dispuesto en la ‘orden general’, el cadáver permaneció expuesto en el patíbulo hasta el día siguiente". Era el doloroso epílogo del que hoy se conoce como Apiaguaiqui o Apiaiqui o Hapia oeki Tumpa. A eso agrega Suárez Medina: "Así terminó este episodio de la vida chiriguana, y las ansias de libertad del valeroso pueblo camba" o ‘nación indomable’ como los llamara el historiador y militar Enrique Vidaurre Retamozos.
La derrota de la sublevación hizo que
"miles de hombres, mujeres y niños, como en los peores tiempos de la esclavitud, fueron repartidas entre las haciendas, en las misiones, y en el peor de los casos, padecieron el escarnio de ser transportados hasta la ciudad de Sucre, donde fueron generosamente obsequiados para cumplir faenas domésticas".
En tres ataques parciales (Coronel Frías), muertos…………………......110
Heridos se calculan otro tanto, de éstos los más muertos…………….....100
En combates de Kuruyki (muertos)………………………..………….... 700
Heridos se calculan en 800, los más muertos……………….…………..800
En 17 ataques de las fuerzas expedicionarias al mando del Delegado...200
Heridos se calculan en igual número, los más muertos………………….200
Fusilados en diferentes ocasiones……………………………………......12
Las cifras del Delegado gubernamental no se entienden. Más allá de los números quedó la tragedia de un pueblo.
3. Secularización de las misiones.
El reglamento de misiones de 1905 era inicio y conclusión de ideas anticlericales. Los del partido liberal, que soñaban con requisitos y destinos de libertad, no aplicaron el mismo principio a las realidades eclesiales y de los pueblos originarios. Las consecuencias de la decisión gubernamental fueron la destrucción de la unidad regional chaqueña:
- Los indígenas perdieron sus tierras,
- la autoridad de los caciques fue reducida al espacio de comunidades dispersas entre quebradas, el debilitamiento demográfico,
- y para resolver el problema del control del territorio, se invitaron empresas extranjeras (que poco hicieron) y se dieron inmensas concesiones de tierras.
El resultado fue un Chaco debilitado en su nivel cultural y político (amarrado a realidades lejanas). El ganado rellenó los vacíos provocando con el tiempo más despojos. Los pueblos originarios del Pilcomayo (tobas, tapietes y noctenes) tuvieron que dejar sus tierras y retirarse en rincones “desérticos” en el norte de Argentina.
4. ConclusionesEn general, varios de estos acontecimientos -como el federalismo igualitario de Ibáñez o la revolución federal de los Domingos el 2 de enero de 1891 en Santa Cruz-, se pueden considerar como divergentes al centralismo gubernamental. Otra reflexión la expresa la historiadora Paula Peña cuando dice: "A lo largo del siglo XIX, en lo político, la región apostó por el federalismo. A su vez, fue también el inicio de un anhelo cruceño que se mantiene vigente hasta nuestros días: la autonomía". En fin, "la masacre de Kuruyuqui es la vergüenza histórica más grande para las élites dirigentes de Bolivia". Fue "la última resistencia guerrera de los chiriguanos, en la que fueron asesinados 6.100 chiriguanos en una horrenda cacería humana ejecutada con las armas del ejército boliviano…". Para Thierry Saignes fue la "última carrera hacia la muerte, un verdadero suicidio preferible antes que un destino de esclavitud y dominación".
"Santa Cruz condenó la forma brutal y sanguinaria con que fuera aplastado el gran alzamiento chiriguano. Se había hecho un derroche de furor y salvajismo, muy propio de los hombres de caverna. La prensa cruceña, bajo el señorío intelectual del doctor Aurelio Jiménez, lapidó al general Gonzáles con el título de ‘Mata cambas de Curuyuqui’. La nación chiriguana no fue entonces vencida ni humillada. "Simplemente se la castigó de un modo asaz bárbaro y torpe. Ella continua segura de su innata altivez, fuerte el músculo y la mirada en alto. Nadie puede quitarle el honor de un pasado glorioso, de más de tres siglos, en que jamás fue arriada la bandera de la libertad. Día llegará en que se habrá confundido, como una gota en otra de agua, con los cristianos que tanto combatieron".
A 120 años de esta masacre que avergüenza a la historia de Bolivia, honor y gloria a los mártires del pueblo ‘camba’ chiriguano, que cayeron por la libertad y la dignidad de su gente indómita y rebelde. Ore Jae Iyambae: Nosotros Somos Sin Dueño.
Fuente: Centro Eclesial de Documentación
Fuente: Carlos Dabdoub Arrien