“La sociedad platense participaba de la marcha general de la sociedad altoperuana”, nos dice el doctor Estanislao Just Lleó. “El ritmo de su vida, roto rara vez, seguía rodando alrededor de las dos instituciones que le daban vida : la Audiencia y la Universidad”. ( Estracto del libro “Comienzo de la independencia en el Alto Perú”, Pág. 12).
Desde la expulsión de los jesuitas, a fines del siglo XVIII y del arribo tanto del nuevo Presidente de la Audiencia, Ramón García Pizarro, como del nuevo Arzobispo de la Plata Benito María de Moxó y Francolí, la situación se fue deteriorando más y más en la capital. “Si quisiéramos marcar con una nota significativa los meses anteriores al levantamiento de mayo, dice Just, los caracterizaríamos como un período de plena insubordinación de los oidores de la Audiencia. Se desprecia al presidente y arzobispo, se desconoce al virrey y se ignoran sus órdenes, pero todo ello bajo la bandera de fidelidad al monarca” “A su lado aparecieron los patricios fomentando las desavenencias. Unos y otros tendrían sus fines, pero todos facilitaron la revolución”. (Ob.cit.).
“Las consecuencias de todo este embrollo político fueron comprendidos por los conjurados, que se dispusieron a explotar la situación”, afirma don Alfredo Jáuregui Rosquellas en sus “Apuntes sobre la vida y juicios sobre los hechos del Dr. Jayme de ZUDÁÑEZ. (Boletín de la Soc. Geográfica Sucre. Tomo XXIX. Nos 312 a 315. pp.226 y 227)
“ El día 21 habían declarado más de cuarenta personas entre académicos, funcionarios, profesores, clérigos, etc., multiplicándose con este motivo las conferencias clandestinas y reuniones nocturnas, que excitaron la opinión pública a tal extremo que Pizarro consideró inminente un estallido, por lo que el 23 oficiaba a don Francisco de Paula Sanz, Gobernador de Potosí, solicitándole el inmediato envío de tropas de refuerzo que sostuviesen su autoridad”, dice Don Luis Paz Arce en su Historia del Alto Perú, hoy Bolivia.(Pág.54)
“Para apurar las zozobras del atormentado Presidente de la Audiencia aquí entró en juego un gran personaje que se creía era adicto al rey por ser español y por ocupar el cargo de subdelegado del partido de Yamparáez, cuyo pueblo distaba sólo 6 leguas de la capital. Se trata de don Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien había suspendido su viaje a Salta –para el que tenía licencia – con objeto de apoyar la audiencia con los mozos y habitantes de dicho partido de Yamparáez. Añade el historiador argentino, José Evaristo Uriburu en el primer tomo de la biografía que escribió sobre su antepasado Arenales:
“Que durante la noche, mientras en el interior de la ciudad la guarnición velaba sobre las armas, Arenales aprestó gran cantidad de gente en las quebradas vecinas”.
“Allí se encontraban indios y cholos de las regiones aledañas a la ciudad, no sólo los de Yamparáez, sino los de Yotala, Potolo, la Punilla y del Río Chico”.
“¡Nos entregan a los portugueses!”, decía Jayme de ZUDÁÑEZ con Juan Antonio Álvarez de Arenales a toda la gente, como también al pueblo de La Plata , y éste se indignó. Por esto Gabriel René Moreno señala que: “ Los cholos no percibían en todo sino los efectos de una traición del poderoso, con más el riesgo resultante de quedar de un día a otro ellos y su codiciada tierra vendidos”.(J.Gantier. Biogr.de ZUDÁÑEZ. Pág.111).
Los doctores de Chuquisaca estaban en relación directa con los oidores opuestos al Presidente Pizarro, por eso, Gabriel René Moreno dice en sus “Últimos días Coloniales en el Alto Perú”:
“duda no puede caber hoy que fueron ellos (los doctores) los generadores del movimiento, y si esto mismo sirve para explicar la antelación de éste, no menos que la maestría con que fueron envueltos en él los Oidores y otros peninsulares, so capa de haber de ser primordiales beneficiados”. (Cap. XV. p.336)
“Ante los aprestos de Pizarro y la llegada de Potosí de Sanz con sus tropas, dice Joaquín Gantier, la población se encontraba llena de angustia los días 22, 23 y 24 de mayo. Los conjurados habían redoblado su propaganda y Pizarro vio llegado el momento de obrar enérgicamente”. “Los cabecillas de la agitación serían, pues, capturados”. (Pág. 112).
En la sesión de la víspera revolucionaria, a Jayme de ZUDÁÑEZ se le indicó dejarse tomar preso sin oponer resistencia, mientras los demás perseguidos debían ocultarse y otros conjurados azuzar al populacho. Tomaron la decisión porque ZUDÁÑEZ era respetado y querido por el pueblo chuquisaqueño, dada su dedicación a defender a los pobres y a la justicia. “Era un apóstol, dice Gantier, pues donde hubo hambre y dolor, allí habría estado para socorrer a sus hermanos de La Plata”.
Los conjurados se reunieron y estuvieron sesionando durante la mañana del 24 de mayo. Por iniciativa del oidor Ussos y Mozi se pasó un oficio a Pizarro conminándole a que entregara el mando, con cita nada menos de la Recopilación de Indias en su ley 36, título XV y libro II. Pizarro se negó a la conminación, habiéndosele presentado otra, la que también rechazó, “añadiendo ciertos términos, que los oidores consideraron como amenazas a sus personas” (Ob. Cit.)
Pizarro ya había dado órdenes de tomar prisioneros a varios sujetos considerados como cabecillas revolucionarios.
Tensa calma en la ciudad de Chuquisaca o La Plata. Jayme de ZUDÁÑEZ salió de su casa al caer la tarde del 25 de mayo de 1809. Llegó a la esquina y fue tomado preso por el oficial Pedro de Azúa, con la patrulla que comandaba.
Al sentirse preso, ZUDÁÑEZ comenzó a lanzar gritos, pidiendo auxilio a sus conciudadanos. En medio de una estrecha custodia fue conducido hasta la esquina del seminario con intención de seguir directamente a la plaza de armas, pero la gente se había reunido oyendo el llamado del detenido. Por lo tanto, Arzúa ordenó llevarlo por la calle arriba del Matadero.
Pronto se oyeron las campanadas del Templo de San Francisco, gracias a Lemoine,
seguidas por los bronces de la torre de la Catedral, las campanas de San Miguel, de la Merced, de San Felipe.
ZUDÁÑEZ fue conducido primero a la antigua mansión de los Torre Tagle, frente a la puerta principal de Santo Domingo, donde Pizarro había mandado alojar a dos compañías de veteranos, que les servía de cuartel”. (J.Gantier. Ob.Cit.)
El pueblo chuquisaqueño, reunido al toque de campanas era cada vez más numeroso en las calles. Por lo tanto, el Presidente Pizarro decidió que el prisionero estaría más seguro en los sótanos de la casa Pretorial, donde lo encerraron.
Dada la presión ejercida por el pueblo amotinado, las autoridades realistas dieron libertad a ZUDÁÑEZ, pero el pueblo siguió pidiendo que se le entregaran las armas. El oidor La Iglesia pasó dos oficios al Presidente Pizarro conminándolo a que renunciara y a entregar las armas, para que se encargara de ellas el oidor Ballesteros. “Debía procederse enseguida a la entrega de los fusiles, para lo que estaba convenido entrarían nada más que los hombres necesarios. Mas, al tiempo de verificarlo, atropella la multitud; la guardia cierra la puerta con violencia; entre los batientes toman a uno la rodilla y se la hacen pedazos”.(Luis Paz. “Historia del Alto Perú, hoy Bolivia” Segundo Tomo. Cap. II. P. 57.
“La exacerbación del pueblo lo llevó a asaltar los polvorines y , llevando los cañones frente al palacio de la audiencia, los cargó con piedras arrancadas de la calle”. Lograron abrir las puertas pretoriales. Habían caído algunos muertos y varios heridos de uno y otro bando, según los testigos que relataron los hechos.
“El pueblo y don Jayme de ZUDÁÑEZ habían vencido”. (J.Gantier. Ob.Cita. P.118)
“ . . . la lucha de ZUDÁÑEZ no fue puramente curialesca, dice don Guillermo Francovich. En la gesta de mayo de 1809 fue uno de los principales actores.”En realidad la prisión de ZUDÁÑEZ, ordenada por Pizarro la noche del 25 de mayo, fue el hecho que precipitó la revolución que estaba para estallar. Arrancado esa noche de las manos de Pizarro por el pueblo, se convirtió en caudillo de éste”.
“Inmediatamente de verse libre dicho ZUDÁÑEZ - declara un testigo - creció aquel tumulto por influjo de éste y de otros que acaudillaban los pelotones de gente”. “Cuando días después, continúa Francovich, las fuerzas realistas comandadas por el Gobernador Intendente de Potosí se aproximaban a Chuquisaca, “ZUDÁÑEZ a caballo se entraba a las casas a citar a sus habitantes a efecto de que saliesen a defender la patria”.
Jaime de ZUDÁÑEZ “dio la orden de que inmediatamente que se oyese un cañonazo en el canto de San Roque, que sería la señal de la entrada ( de Paula Sanz) a la ciudad de La Plata, “se le pegaran cuatro balazos al Excelentísimo Señor Presidente por los que servían la guardia, haciéndose él responsable de las resultas con su cabeza”. (El Pensamiento Universitario de Charcas. G. Francovich, Págs. 114 y 115)
Don Ramón García de León, Madrigal y Pizarro, dada la situación, tuvo que resignar el mando.
“ . . . el pueblo de Chuquisaca fue a la libertad la noche del 25 de Mayo de 1809, él mismo directa y personalmente, porque Jayme de ZUDÁÑEZ estaba unido a él cual si fueron un solo ser con alma y cuerpo”.”En la conciencia del individuo confiaba y descansaba el pueblo para ser guiado por su mente robusta y brillante. Consustanciado el individuo con la colectividad le daba luz para destruir las estructuras viejas y la masa su fuerza defensora del ideal”. (J.Gantier. Ob.Cit.).
El pueblo obtuvo la renuncia de Pizarro, el Presidente y la autoridad más importante por ser la más alta y la superior de la Audiencia, es decir, de toda la región, que había sido Gobernador de Salta y fundador de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán el 31 de agosto de 1791. El capitán Lemoine lo condujo prisionero a uno de los salones de la universidad. El gentío había recobrado un tanto la calma. Las teas alumbraban al lector del bando que leía el documento anunciador de ser la única autoridad la Audiencia como Intendencia Gobernadora. Custodiaban al anciano don Ramón otros dos revolucionarios, pero éstos eran españoles peninsulares, el Oidor José Agustín de Ussos y Mozi y el Comandante Juan Antonio Álvarez de Arenales. Aquel reloj que fue colocado en la torre de la catedral en 1772, el mismo año en que nació Jayme de ZUDÁÑEZ, había ya dado las doce campanadas con que concluyó el dominio español y señalaba los primeros minutos de la era de la emancipación para la América”. (J.Gantier. Ob.Cit.)
“Las crónicas tomadas por Gabriel René Moreno dirían que esa noche, los ZUDÁÑEZ impidieron que se le pasara a Pizarro su cama y que, burlando su vigilancia le llevaron unos cueros en que dormían los indios”.
“El pueblo de Chuquisaca, igual que los de América se sentía también hermanado con el pueblo de España, pero no con sus dirigentes, porque contra éstos hizo la revolución”.( J.Gantier.Ob.Cit.). Ya dije al principio que fue el inicio de una “Guerra Civil” entre padres e hijos.
El Procurador Síndico don Domingo Urrutia, en su escrito fechado a 27 de junio de 1809, formuló diez y ocho preguntas a las que debían responder los ciudadanos que se irían llamando. Citemos algunos en este trabajo: don Tomás Alzérreca, Secretario de la Universidad, declaró ante el Juez Comisionado, doctor Manuel Sánchez de Velazco, lo siguiente: “expresa el declarante que vio dos o tres muertos y varios heridos, haviendo (sic) en aquel entonces tropezado con uno de ellos”.
Con fecha 7de julio, el comerciante don José Ramos declaró haber “hoydo (sic) a todo el Vecindario, comprobándose la atros carnisería ejecutada en los infelices que entraron a recoger los fusiles de la Presidencia con los muchos muertos y heridos que ha havido, y con los vestigios de la sangre de estos que dexó manchado en muchas partes el Patio de la Presidencia. (“Últimos Días Coloniales en el Alto Perú, por G. René Moreno. Tomo II de documentos. Ps. 182 a 282.)
El 12 de julio declaró don Silvestre Orgaz, Procurador decano, o el más antiguo de la ciudad, quien, de la refriega entre el pueblo y los de Pizarro dijo que “se combense de un modo terminante por los propios efectos en el Hospital de que han fallecido muchos cuyas desgracias han sido el terrible azote de los atentados de la memorable noche del veinticinco de Mayo´último”. (Oc. Cit. Ps. 182 y siguientes.
El doctor Domingo Guzmán, como testigo presencial de los hechos del 25 de Mayo, declaró los siguiente: “Dijo que ha visto y presenciado el lance funesto . . . viendo que todo el Pueblo lo sabe por haber reparado con sentimiento e indignación los muertos y heridos”. (O. Cit. Pág. 220).
El Arzobispo de la Plata, don Benito María Moxó y Francolí, sobre la conducta del Padre Guardián de San Francisco, Fray Marcos Jorge de Benavente, certificó e hizo constar que “ya finalmente para recoger los heridos y ponerlos a cubierto de nuevas desgracias, mandándolos conducir al Hospital, donde fueron atendidos y curados con todo el esmero que inspira la caridad cristiana”. (O. Cit. 230)
En la segunda parte de los “Últimos Dias Coloniales” de G.R. Moreno, en la página 59, puede leerse que El Fiscal de la Audiencia, doctor Miguel López Andreu, señala por tres veces que se hizo fuego contra el pueblo: la primera cuando “esperava en la calle el resultado de su solicitud, se dispararon contra él, desde la Presidencia algunos fusilazos, que causaron desgracias”.
La segunda vez, cuando el pueblo exigía la entrega de todas las armas, “ se hizo una descarga de fusilería, que causó muertos y heridos”.
De la tercera dijo que “desde la habitación del Sr. Pizarro, desde la del Alcalde y altos de la cárcel y desde la puerta traviesa y resquicios de la principal se le hacía un continuo e irresistible fuego”.
“Ahora, informando sobre los hechos del día 26, señaló que la vista de los cadáveres a la mañana siguiente, exitó nuevamente la cólera del pueblo”. (Ob.Cit)
Pedro Vicente Cañete, asesor de los realistas, declaró que hubo víctimas, pero culpó al pueblo de ser quienes dispararon sus armas. “Noventa y dos cañonazos, dijo, dispararon en el discurso de la noche los más de ellos con metralla de la que se presume haber perdido la vida los dos cholos únicos que remanecieron muertos”, no sin antes haber descrito la escena causada por el pueblo “cañoneando la casa pretorial entre una algazara general, ruido redoblado de campanas que parecía hundirse toda la ciudad” (Cañete. “Espectáculo de la Verdad”, en documentos inéditos de G. René Moreno).
También don José Evaristo Uriburu en su “Historia del general Arenales”, tomo 1, Cap. II. p. 21, dice: “la guardia descarga sus armas sobre la muchedumbre indefensa. Este nuevo y cobarde atentado hizo numerosas víctimas y el furor popular no reconoció entonces límites”.
Don Joaquín Gantier, en la biografía de Jaime de ZUDÁÑEZ, nos dice: “Hemos visto declaraciones de testigos oculares y de personas prestigiosas y notables”. Yo he citado sólo a algunos de los declarantes.
Joaquín Gantier concluye : “Con todo esto claro se ve que hubo derramamiento de sangre en Chuquisaca, más que en otro pueblo o ciudad revolucionada posteriormente”. (Pág.134)